Jueves por la mañana recibí la llamada de Laits, un buen amigo de Llagostera. Le habían tocado dos abonos para el Primavera Sound en un concurso de la discoteca Malibú de Platja d’Aro (muy recomendable por cierto), y me propuso que le acompañara.

Salí pronto de trabajar, me cambié de zapatos (los que llevaba me destrozaban los pies), me pinté los labios de rojo para darle un toque moderno a mi sencillo look de jueves, y me dirigí al Forum donde me encontraría con él y con Albert.

Todavía era de día y, mientras esperábamos que empezara el concierto de Manel, Albert fue a por una bebida. En aquél momento odié ser celiaca porque me encanta tomarme una cerveza en los conciertos y era la primera ocasión que no lo podría hacer. Tomarme un gin tonic sin la luna presente me parecía exagerado, así que opté por no tomar nada.

El gran descubrimiento, ahora sí… un Primavera sound sin gluten

Volvió al cabo de un rato con una cerveza en cada mano. Ilusa de mí pensé que para ahorrarse colas ya venía con dos, que buena idea, pero no. De todas las barras que había en el recinto había ido a la única en la que tenían cerveza para celiacos, así que en aquél momento empecé un feliz Primavera Sound sin gluten.

Anteriormente, cuando Estrella Damm era el patrocinador del festival, la Daura circulaba por los surtidores de todas las barras pero al ser ahora Heineken el nuevo jefe pensaba que se había acabado nuestro gozo, pero no. Aunque los camareros de las otras barras ni lo supieran Albert lo descubrió.

Le pegué un buen sorbo y de repente toda aquella música que no acababa de ir conmigo empezó a gustarme. De concierto en concierto nos convertimos en los más hipsters de la zona.

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